viernes, 23 de abril de 2010

Cuando los números no acompañan. Por Reinder Bruinsma

Recuerdo como si fuera hoy cuando nuestro pastor le comunicó a nuestra congregación que la feligresía adventista mundial había alcanzado el millón de personas. Esto sucedió hace unos cincuenta años. Había llevado poco más de un siglo alcanzar esa marca. En la actualidad, la feligresía adventista alcanza unos diecisiete millones. De continuar la tendencia actual, dicen los expertos en estadística, en quince años podría haber unos cincuenta millones de adventistas.
En efecto, el adventismo constituye una destacada historia de éxito. Todo el que alguna vez tenía dudas, pero asistió a un Congreso de la Asociación General, se ha convencido para siempre de la vitalidad y vigor de la Iglesia Adventista. Y los que leen regularmente las publicaciones de la denominación, como por ejemplo la Revista Adventista y Adventist World que tienen el hábito de visitar el sitio web de noticias de la Asociación General o que sintonizan Hope Channel, , no pueden sino sentirse impresionados por el crecimiento sin precedentes en muchas regiones del mundo. Las fotografías de bautismos en masa, las estadísticas brillantes y los relatos emocionantes del progreso continuo quedarán grabadas para siempre en nuestra memoria.

Pero esa no es toda la historia. La moneda del progreso adventista tiene dos caras. Permítanme que lo explique.

Por qué somos muy pocos

Crecí en una aldea del noroeste de Holanda. Mi familia era la única adventista en una comunidad de unos mil quinientos habitantes. Asistíamos a una pequeña iglesia en un pueblo cercano. En realidad nuestra congregación tenía menos de veinte miembros. La sociedad de jóvenes estaba formada por mi hermana y yo.

Así comenzó mi vida como miembro de la Iglesia Adventista. En todo el país, había menos de tres mil miembros. Durante los últimos cinco años de mi carrera denominacional fui presidente de la Unión Holandesa, una iglesia con menos de cinco mil miembros en un país de dieciséis millones de habitantes.

En mis contactos internacionales fui tratado por lo general con cortesía, pero de tanto en tanto, algunos de mis colegas presidentes me informaron con delicadeza que en su Unión, había iglesias que tenían tantos miembros como toda mi Unión. Para que tengan una perspectiva completa, debería añadir que la situación holandesa, con su limitado crecimiento, es positiva en comparación con otros lugares. La triste realidad es que algunas regiones de Occidente experimentan un crecimiento nulo o incluso negativo.

Permítanme que los transporte a algunos lugares donde se hace difícil avanzar y los números no son tan buenos. Me remitiré tan solo a tres regiones del mundo que conozco bien gracias a las tareas que cumplí allí en las décadas de 1980 y 1990.

Egipto

Egipto tiene ochenta y un millones de habitantes, lo que convierte al país en uno de los más populosos del continente africano. La feligresía adventista del país supera apenas los ochocientos miembros, en diecinueve iglesias. Este es el resultado de más de un siglo de presencia misionera continua. Con el tiempo, la iglesia ha desarrollado una infraestructura significativa. Es verdad que algunos feligreses han emigrado a lugares donde es más fácil practicar la fe adventista, por lo que hay más adventistas egipcios en el extranjero que en el país, pero en términos cuantitativos, hay muy poco de qué jactarse.

Pakistán

Ahora nos remitimos al Asia. Los colportores visitaron la zona por primera vez en 1901, y un grupo inicial de creyentes adventistas comenzó a reunirse en Karachi alrededor de 1910. Hoy día, el país cuenta con ciento setenta millones de habitantes pero tan solo unos trece mil adventistas. La obra de evangelización se encuentra sumamente restringida y, en la práctica, limitada al dos o tres por ciento de los no musulmanes, que a menudo viven en condiciones de pobreza, en aldeas separadas o en forma de guetos en las afueras de las ciudades. Muchos de ellos son analfabetos. Aunque la iglesia administra una institución médica muy respetada en Karachi, y una institución educativa de importancia cerca de Lahore, en el centro del país, el crecimiento es lento, aunque no tan lento como en otras uniones de los países desarrollados de Europa.

Grecia

Mi tercer ejemplo es Grecia. El cristianismo tiene una extensa y colorida historia en el país, pero ha quedado restringido casi exclusivamente en la tradición ortodoxa, que no es conocida por su flexibilidad y tolerancia. Aquí también, los orígenes del adventismo se remontan a los primeros años del último siglo. Después de más de un siglo de trabajo duro, la Misión Griega se halla tan ansiosa como siempre (y acaso más que nunca) de llegar a los once millones de habitantes del país, pero las cifras son exiguas. Las estadísticas indican que en 1975 había doscientos sesenta adventistas en Grecia. Según las últimas cifras disponibles, la feligresía llega hoy a quinientos un miembros. Este incremento, sin embargo, se debe mayormente a la inmigración, en especial de Rumania, y no a la conversión de griegos nativos.

¿Qué significa ser adventista donde los feligreses son pocos?

De ninguna manera quiero que piensen que ser adventista es más fácil cuando se vive en un lugar donde hay muchos adventistas. Pero por cierto, es muy ventajoso pertenecer a una iglesia conocida y respetada, disfrutar los beneficios de la infraestructura eclesiástica y recibir las bendiciones de toda clase de encuentros, seminarios y actividades varias.

¿Qué significa ser adventista en lugares donde somos muy pocos? ¿Qué siente el individuo? ¿Qué significa esto para los líderes de esa unidad administrativa tan pequeña y a menudo en dificultades? Yo sé lo que es crecer como adventista en un ambiente hostil (o al menos indiferente) a mis creencias. Sé también por experiencia lo que es ser líder de una pequeña comunidad de fe que experimenta un crecimiento escaso y difícilmente tiene voz en la sociedad donde le toca desempeñarse.

He viajado bastante y he estado en estrecho contacto con creyentes de muchos países, y creo que puedo imaginar (al menos hasta cierto punto) qué gran desafío ha de ser vivir como adventista en El Cairo, como parte de una minúscula denominación cristiana que es despreciada por la mayoría de los musulmanes y a menudo detestada por los líderes de la iglesia cristiana con mayor presencia en el país. Creo que puedo imaginar lo que debe ser hacerse adventista en las afueras de Karachi, y tener que luchar para dar de comer a mi familia debido a lo difícil que resulta conseguir un empleo que no me obligue a trabajar en sábado, y puedo imaginar en cierto sentido lo que tiene que sentir un miembro adventista en Grecia cuando ve que la mayoría de los esfuerzos misioneros no producen resultados visibles.

¿Qué hacer cuando los números no acompañan?

Permítanme compartir algunas convicciones que pueden brindar orientación y estimular la reflexión.

1. No siempre está mal ser pocos. Hace poco me encontré con un destacado feligrés de una de las islas más pequeñas del Caribe, donde alrededor del cincuenta por ciento de la población es adventista. No me habló de una situación de vitalidad, de esa que deja tras sí una clase de impacto que nos llena de sano orgullo. Para muchos, el adventismo es algo cultural; es parte de una tradición familiar. Esto me hizo reflexionar que ser adventista en soledad requiere una elección constante y deliberada; exige determinación y dedicación. Por ello, los que están más aislados deberían sentir consuelo y fortaleza al pensar que ser parte de un pequeño remanente es una noción muy bíblica. Jesús mismo nos recordó que los números no lo son todo (Mat. 18:20), y que a él le interesa más la espiritualidad y la calidad de los creyentes.

2. Es una gran bendición saber que uno es parte de algo mayor. Si hay algo que los líderes de la iglesia tienen que fomentar en todos los niveles, es la conciencia de que pertenecemos a la familia de Dios, que no conoce fronteras geográficas, nacionales, culturales o lingüísticas. Deberíamos hacer más para garantizar que publicaciones tales como Adventist World lleguen a la audiencia para la cual fueron concebidas, de manera de unir a este movimiento mundial. El número creciente de ofertas adventistas inspiradoras y didácticas por Internet tiene que llegar a los que viven aislados. Asimismo, las visitas de los líderes y especialistas, que pueden instruir e inspirar, fortalecerán aún más los lazos mentales y espirituales con la comunidad adventista mundial. Las bendiciones que resultan de saber que uno es parte de algo más grande y exitoso brindan un ánimo que bien vale la pena el esfuerzo y los gastos que la iglesia le dedique.

3. Una de las grandes características de la Iglesia Adventista es su solidaridad internacional. Aunque en ocasiones esta solidaridad sufre tensiones, los adventistas nos ocupados del prójimo. Damos grandes cantidades de dinero para las misiones, apoyamos proyectos en todas partes del mundo, y participamos de incontables viajes misioneros. La iglesia mundial destina cantidades muy sustanciales de dinero para el trabajo en lugares donde los resultados se demoran en llegar. Afortunadamente, la misión adventista no está motivada tan solo por los números y el costo-beneficio. Parte del mayor aporte financiero de la Asociación General (en términos per capita) va dirigido a las Divisiones más pequeñas, donde los números no acompañan y los resultados inmediatos son modestos.

4. Además de una solidaridad continua, también tiene que existir una actitud carente de prejuicios y que incluya un profundo deseo de entender. Pocas cosas me irritaron y frustraron más durante mis años como presidente de una pequeña Unión, que las sugerencias sutiles y no tan sutiles de que la misión en mi país tendría más éxito si copiáramos los métodos que habían dado resultado en partes del mundo que habían experimentado un marcado crecimiento. Las circunstancias difieren grandemente de país a país y de cultura a cultura. Las situaciones difíciles requieren pensamientos creativos y experimentación cuidadosa pero valiente que esté basada en los valores de las Escrituras. Nuestros creyentes y líderes que testifican y trabajan bajo las circunstancias más apremiantes tienen que sentir que se les permite ser creativos e innovadores.

5. Finalmente, asegurémonos de ser una comunidad mundial de oración. ¿Qué puede otra persona más a alguien que vive en un lugar aislado que el saber que alguien ora por él? Cuando oramos y trabajamos, dejamos el futuro y la tasa de crecimiento en las manos poderosas de Dios. Porque no es la iglesia de usted o mi iglesia: es la iglesia de Dios. Me gusta mucho lo que expresa Elena White cuando nos recuerda que veamos el cuadro completo: «Aunque gran parte de los frutos de su labor no se note en esta vida, los obreros de Dios tienen su segura promesa del éxito final».*



Fuente: Adventist World / Abril 2010
Autor: Reinder Bruinsma, nacido en Holanda, antes de jubilarse ha servido en distintas responsabilidades a lo largo de su larga carrera en la iglesia. Cuando era presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Holanda escribió la Lección o Guía de Estudio de la Biblia para la Escuela Sabática, "Caminar la Vida Cristiana". También autor de casi veinte libros, algunos de los cuales han sido traducido a varios idiomas.
Referencia: * Elena White, Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 310.

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