domingo, 16 de agosto de 2009

Las "iglesias milagrosas". Por Nathan Brown

Una visión más equilibrada de la acción de Dios en la iglesia.

De vez en cuando se ha informado por medio de diversas publicaciones de la iglesia, de la asociación local u otros relatos de primera, segunda o tercera mano, el aparente crecimiento y prosperidad de alguna de nuestras iglesias en cierto lugar del mundo. Como tema de informe y análisis, estas “iglesias milagrosas” aparecen y desaparecen, aunque pareciera que son un fenómeno omnipresente.

Da la impresión que nos gusta tener una iglesia o distrito milagroso a una distancia razonable de nuestra propia iglesia, y de alguna forma esto alivia nuestras frustraciones en relación con el aparente estancamiento de nuestra propia congregación.

Sin embargo éste no parece ser su único efecto. Es muy probable que tales informes también nos provoquen interrogantes como: “¿Por qué parece que donde yo estoy sucede tan poco, justo donde yo asisto a la iglesia?” “¿Qué podemos hacer al respecto?”

Una desilusión

No hace mucho, asistí a una de esas “iglesias milagrosas” de la cual se decía que es uno de los lugares “donde suceden cosas importantes”. Según el informe la asistencia se había incrementado entre un cincuenta a un ciento cincuenta por ciento respecto del año anterior. Pensando además en el nuevo templo y el programa misionero en plena ejecución, parecía ser el lugar apropiado para asistir a la iglesia.

Mi visita, sin embargo, me produjo una gran desilusión. En pocas palabras, los números no se correspondían con la realidad. Parecía tener más problemas internos que otras iglesias y el enfoque misionero estaba casi totalmente centrado en los números y las estadísticas. El programa misionero se llevaba a cabo a expensas de la atención de los miembros, a quienes en realidad se descuidaba. Francamente, la realidad no concordaba con el informe.

Esta desilusión hace que nos preguntemos: “Si aun nuestros aparentes éxitos son tan inconsistentes (aunque estoy seguro que no todos son así), ¿qué esperanza tienen todas nuestras otras iglesias?”

Otra perspectiva

Al considerar esto, recordé que he pasado muchos sábados en iglesias de todo tipo; siempre miro asombrado para ver lo que sucede en cada lugar.

C. S. Lewis experimentó un sentimiento similar en sus primeros tiempos de cristiano, que expresa de esta manera:

“Cuando me convertí. . . pensé que podía ser cristiano aislado, retirándome a mi habitación para leer libros teológicos sin necesitar ir a la iglesia. . . Los himnos me desagradaban porque los consideraba poemas de poca importancia a los que se les había puesto música de muy mala calidad. Cuando decidí asistir [a la iglesia] me encontré con personas de diferentes aspectos y educación y gradualmente mi vanidad fue desapareciendo. Entendí que los himnos (que seguían teniendo música de muy mala calidad), de todos modos eran cantados con tremenda devoción, por un santo anciano de botas gastadas en el banco contiguo, y entonces comprendí que yo no era digno de limpiar esas botas. Esto hace que uno abandone su propia vanidad solitaria”.1

La verdad es que cada iglesia es una iglesia milagrosa. Basta con mirar al extraño conjunto de adoradores para apreciar el milagro que hace que se unan personalidades e historias tan diversas. Como joven, a menudo me siento maravillado e insignificante al observar a miembros de mayor edad que han pasado toda su vida comprometidos con la fe y con la iglesia.

El milagro continúa

El relato de la ascensión de Cristo es el relato del desarrollo de la iglesia cristiana y las muchas cartas del Nuevo Testamento están dirigidas a iglesias individuales. A manera de ejemplo, las cartas a las siete iglesias de los primeros tres capítulos del Apocalipsis presentan estos grupos eclesiásticos distintivos y muestran que cada una tenía sus fortalezas y debilidades. Todas estas iglesias como también los cristianos del primer siglo, poseen un lugar especial en el creciente reino de Dios. Todas fueron partes vitales del vasto milagro revelado en el primer siglo.

Ese milagro continúa y por la gracia de Dios, somos parte de él. Nuestras experiencias individuales en la iglesia tendrán momentos maravillosos y también de desilusión. Sin embargo, nuestra participación como parte del cuerpo de Cristo siempre será un milagro. Si nos concentráramos más en el milagro de nuestra propia pertenencia a la iglesia, nuestras experiencias estarían más cerca del milagro que de la desilusión.

En relación con la adoración en la iglesia, Lewis escribió: “El culto perfecto en una iglesia es el que casi pasa desapercibido, porque nuestra atención está centrada en Dios”.2

Una iglesia que pasa desapercibida tampoco es lo ideal, pero si fuéramos capaces de prestar menos atención a nuestros esfuerzos por crear “iglesias milagrosas”, podríamos dirigir nuestra atención al propósito real de la iglesia como parte del reino de Dios.

Todas las iglesias son iglesias milagrosas. Trabajemos en nuestras propias congeregaciones con la ayuda del amor y el poder divino, y el milagro será cada vez mayor.


Fuente: Adventist News
Autor: Nathan Brown (1974-) es editor de las revistas Record y Signs of the Times de la División del Pacífico Sur, y escribe desde Warburton, Victoria, Australia.
Referencias: 1. C. S. Lewis, God in the Dock (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans, 1970), pp. 61 y 62. 2. Lewis, Letters to Malcolm: Chiefly on Prayer (Harcourt, 2003), p. 2.

3 comentarios:

  1. Ciertamente esta en cada uno de los miembros el engrandecer la iglesia, en calidad Cristiana y en llevar el Evangelio impregnado en nuestra vida diaria. Si medimos una iglesia por su numero de asistentes ó miembros de iglesia habria que analizar tambien su calidad Crisitana, Conocimiento y dominio del Evangelio, entre otras cosas.

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  2. “Una Terrible Tormenta de Persecución para el Pueblo Adventista del Séptimo Día”

    COMENTARIO DADO POR ELENA DE WHITE EN 1908

    El hermano Will Ross (ya fallecido) era un amigo personal mío, y conocido por más de cuarenta y cinco años. Durante el tiempo que nos relacionamos, frecuentemente pasábamos los sábados de tarde comentando las experiencias en el mensaje y sus conversaciones con la señora Elena de White.

    Mientras vivía en Loma Linda cerca de la hermana White, alrededor de 1908, muy amenudo la acompañaba en sus caminatas y conversaba acerca del mensaje y eventos futuros.

    Una vez en una de estas caminatas, mientras esperaban en la estación del ferrocarril de Loma Linda junto con la hermana McInterfer y el pastor D. E. Robinson (el esposo de la nieta de la hermana White), les contó a ellos acerca de una tormenta de persecución que sobrevendría sobre la iglesia Adventista. Will Ross me lo contó de la siguiente manera:

    “La hermana White nos dijo, mientras los tres estábamos parados en la plataforma del ferrocarril, que sobrevendría una terrible tormenta de persecución, como un vendaval que no deja nada en pie. No se vio (no se distinguía) ningún Adventista del Séptimo Día. Ellos al igual que los discípulos, desampararon al Mesías y huyeron. Todos los que buscaban posición, nunca más fueron vistos. Luego de la tormenta vino la calma, entonces los adventista surgieron o se levantaron como una gran manada de ovejas sin pastores. Se unieron en oración sincera para pedir ayuda y sabiduría, y Jehová les contestó al ayudarles a escoger líderes entre ellos, que nunca habían buscado cargo ni posición anteriormente. Ellos oraron fervorosamente por la ayuda y unción del Espíritu Santo que fue derramado sobre ellos capacitándolos en forma cabal y completa para el servicio. Entonces salieron diáfanos, claros como la luna, transparentes y refulgentes como el sol, y armados como un ejército con estandartes para dar el mensaje final a todo el mundo. Quedé asombrado y le pregunté si eso se aplicaba a Loma Linda, ya que hacia ese lado estábamos mirando. Ella respondió diciendo que se aplicaba a toda la denominación mundial. Quedé estupefacto y no hice más preguntas”
    Will Ross Boulder, Colorado


    En el año 1943, el pastor D.E. Robinson estaba visitando las iglesias de Colorado. Yo estaba en la plataforma desempeñándome como anciano, ese sábado que el pastor Robinson nos visitó y habló en la iglesia Adventista de Boulder, teniendo con él la Biblia grande que la hermana White había sostenido y hojeado durante una de sus visiones. Cuando terminó la reunión el hermano Ross habló con el pastor Robinson y le preguntó si se acordaba cuando ellos tres (Will Ross, Ptor. Robinson, y la hermana Mc Interfer) estaban parados en la plataforma de la estación acompañando a la hermana White y ella les relató acerca del terrible vendaval de persecución que vendría sobre la iglesia Adventista. El pastor Robinson contestó: “sí, hermano Ross, lo recuerdo”.

    Yo documenté esta contestación el 15 de enero de 1946. No quise olvidar esta importante narración que me contó el hermano Ross. Muchas veces lo comentamos con él, años más tarde, y su declaración nunca varió.
    Firmado: Elmer M. Johnson

    Estudio Adicional: 5T 129, 452, 6T 396, 400-401, 8T 315, GC 608-610, EV 693, Review & Herald 8/31/1905 Citas y Referencias en Inglés (La serie de los Testimonios para la Iglesia 1-9 están siendo, recientemente, traducidos al español) T = Testimonios para la Iglesia, GC = Conflicto de los Siglos, EV = El Evangelismo.

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  3. Es una pena leer sus articulos...
    El señor C. S. Lewis ejemplifica al adventista promedio, más bien la mayoria...
    Que Dios reviva los huesos secos.

    Olvidense de la organización y sus instituciones ellas no pagaron con sangre por sus almas, sino más bien comercian con ellas.

    Busquen a Jesucristo sin apego por Instituciones fundadas por hombres y pseudo profetas.

    Regresen al sano evangelio, sin interpretaciones, ni especulaciones ni fechas ni profetas.

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