viernes, 8 de mayo de 2009

Una iglesia adventista dinámica en tiempos difíciles

Cuando se conocieron las noticias de la crisis económica mundial, más de trescientos miembros de la Junta Directiva de la Iglesia Adventista se hallaban reunidos en Manila, Filipinas, para analizar temas claves de la administración eclesiástica. Jan Paulsen, presidente de la Asociación General, conversó luego del encuentro con Bill Knott, editor de Adventist World, sobre algunas de las decisiones de largo alcance que se tomaron en el Concilio Anual 2008.

Bill Knott: ¿Cómo le explicaría a un miembro de iglesia común y corriente qué beneficios recibe la iglesia al llevar a cabo encuentros tales como el Concilio Anual 2008 fuera de Norteamérica? ¿Qué gana la iglesia con esto?

Jan Paulsen: Mientras estamos en Manila, el mundo está experimentando lo que ha sido denominado un “derrumbe económico”. Esto afecta a los individuos, las organizaciones y los gobiernos. Y por supuesto, también afecta a la iglesia. Debido a ello, uno podría preguntarse: ¿Por qué realizar el Concilio Anual fuera de Norteamérica, con el esfuerzo y los gastos adicionales que ello implica?

Creo que este es el costo de mantener unida a la familia. Alrededor del 94 por ciento de la feligresía mundial vive fuera de Norteamérica. Es por ello que resulta de suma importancia que cuando los líderes se reúnen en concilio, la feligresía sienta que es parte de lo que está pasando, que es parte del proceso.

En las Filipinas tenemos unos setecientos mil miembros y tenemos universidades, hospitales y otras instituciones. El gobierno y los medios conocen bien a la iglesia, tanto por número como por nombre. Unas catorce mil personas asistieron al programa sabático en Manila y hubo un maravilloso sentido de comunión y un gran espíritu de celebración.

Creo que es bueno que los líderes de la iglesia mundial enfaticen el carácter global de la familia de la iglesia al llevar a cabo eventos como este. En el pasado, se han realizado otros encuentros similares en Sudamérica, Centroamérica, Australia, Europa y África. De manera que era lo correcto que esta vez nos reuniéramos en Asia.

O sea, ¿significa esto que a veces uno tiene que trasladarse para que los miembros sientan que la iglesia no se interesa solamente por lo que sucede en Norteamérica?

Sí, por supuesto. La presencia física hace la diferencia. Los miembros ven que vinimos y, por así decirlo, “izamos la bandera”. Para la Iglesia Adventista de las Filipinas resultó significativo; 
los feligreses se sintieron orgullosos de la iglesia. Pudieron celebrar su fortaleza y sentirse animados y motivados por ello.

Usted se refirió antes a las noticias de la crisis económica mundial, que coincidieron con el Concilio Anual en Manila. ¿Hasta qué punto afectó esta crisis el curso de las reuniones? ¿Qué impacto tendrá en la iglesia en las próximas semanas y meses?

No existen predicciones absolutas para semejante descalabro financiero. En el mundo, nadie tiene la capacidad de saber qué va a pasar con los mercados en los próximos días o meses. Los que trabajamos en la administración de la iglesia debemos preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo al respecto? ¿Qué presupuesto estamos votando? Nuestros presupuestos se basan en la fe, es decir, en la fidelidad en diezmos y ofrendas de los miembros para el año siguiente; no sobre la base de lo que ya tenemos en el banco.

En los últimos años hemos recibido bendiciones maravillosas, y esto nos ha ayudado a planificar. Pero las incertidumbres de los mercados financieros no tienen parangón en la historia reciente. ¿Tenemos entonces que seguir como si nada hubiera sucedido? Por supuesto que no. Cuando presentamos el presupuesto al Concilio Anual, propusimos que el Consejo Administrativo de la Asociación General conserve la capacidad de realizar ajustes intermedios al presupuesto, de manera de tener la flexibilidad de responder y adaptar nuestras finanzas a la cambiante situación económica mundial.

¿De qué manera se verán afectadas las operaciones de la iglesia durante el año fiscal 2009?

Los feligreses necesitan saber que avanzaremos con cuidado y prudencia hasta tener una visión más clara de la situación económica. Es importante que también sepan que estas circunstancias afectarán los fondos destinados a las operaciones de la sede central. Vamos a posponer el reemplazo de algunas vacantes y trabajar para reducir los gastos en otras áreas.

El objetivo de conservar la flexibilidad financiera a fin de enfrentar la realidad económica actual se relaciona providencialmente con otro tema significativo que fue analizado en el Concilio Anual: la flexibilidad y su relación con la estructura eclesiástica.

Sí, la Comisión de Ministerios, Estructuras y Servicios presentó su informe final, y la Junta Directiva adoptó por unanimidad dos importantes recomendaciones. Lo que la Junta Directiva quiere decir con esto es: Somos una comunidad en crecimiento, dinámica y mundial. Es por ello que a menudo tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es la manera más efectiva y responsable de avanzar? Tenemos ciertas formas y estructuras que datan de varias décadas atrás. ¿Representan ellas la manera más eficiente de que la iglesia cumpla su misión? ¿O será que el crecimiento de la iglesia y los cambios en el mundo donde esta opera significan que es necesario racionalizar ciertos procesos?

La comisión ha estado estudiando estos interrogantes durante tres años; sus miembros han procesado una vasta cantidad de información y los aportes de toda la iglesia mundial. En el Concilio Anual 2007 adoptamos la primera parte de las recomendaciones de la comisión al aceptar el principio de “flexibilidad” (que la iglesia local defina, dentro de ciertos límites, las estructuras administrativas que mejor se adaptan a sus necesidades y circunstancias). Dijimos que tenía que existir un elevado nivel de confianza. A veces tenemos que permitir que la iglesia local decida cuál es la mejor manera de perseguir los valores, la identidad y la misión que son comunes a un determinado contexto particular.

En este Concilio Anual, la comisión recomendó que analicemos cuál es el mejor método para definir y llenar las vacantes de los departamentos de la Asociación General. La comisión está diciendo: Extendamos este principio de flexibilidad y confianza, de manera que la Junta Directiva, en el Concilio Anual, pueda responder de manera dinámica a las realidades actuales, revisar las necesidades y responder con presteza a los desafíos si así fuera necesario.

Por ello, en el Congreso de Asociación General en 2010 pediremos que se considere la recomendación de otorgar a la Junta Directiva mayores responsabilidades. Tenemos que preguntarnos: ¿Qué es lo mejor para la iglesia? ¿Cuál es el curso de acción más prudente y efectivo? ¿Deberíamos continuar haciendo las cosas de la misma forma, solo porque siempre se han hecho de esa manera?

Es importante que recordemos que al proponer que se deleguen algunas responsabilidades al Concilio Anual, no nos estamos refiriendo a un grupo pequeño o falto de representación.
Por cierto, no es un grupo insignificante.

¡No, no! Es un grupo de más de trescientos líderes, pastores y laicos en representación de toda la iglesia mundial que se reúnen cada año. Es un organismo único. En números absolutos son menos que en un congreso mundial, pero no por ello son menos representativos.

A menudo hemos dicho que cuando la iglesia se reúne en el Congreso de la Asociación General, Dios está presente de manera particular, guiando a su iglesia. Pero creo que sucede lo mismo cuando los delegados al congreso deciden devolver parte de sus responsabilidades.

La bendición de Dios –la presencia entre su pueblo– no termina cuando termina el congreso.

Así es. La comisión hizo una segunda importante recomendación que fue adoptada por el Concilio Anual, a saber, que la elección de los directores asociados de los departamentos y ministerios de la Asociación General se realice en el primer Concilio Anual posterior al congreso mundial.

¿Cuál es la razón de este cambio? Como presidente, he estado en la junta de nombramientos del congreso mundial de la Asociación General dos veces; sé que suceden demasiadas cosas en pocas horas. En algunos casos, quizá, no se pueden hacer las cosas bien. Pero si se adoptan las recomendaciones de la comisión, en el futuro se podrá dedicar más tiempo a analizar de manera deliberada la selección de personas que ocuparán los principales puestos administrativos, y los que liderarán esos departamentos.

En segundo lugar, esto permitirá que los directores elegidos en el 
congreso tengan dos o tres meses 
para analizar, en consulta con el presidente y la administración, cómo completar la nómina de sus departamentos. También expresé públicamente en Manila que la junta de nombramientos del Concilio Anual, que tendrá la tarea de realizar las nominaciones para los puestos departamentales, tiene que estar compuesta de manera de reflejar adecuadamente la iglesia mundial; tiene que representar apropiadamente a los laicos y los pastores de iglesia.
Al mirar a los delegados al Concilio Anual, tengo la impresión de que representa admirablemente la 
diversidad racial y étnica de la iglesia mundial. Pero las estadísticas dicen que del 65 al 70 por ciento de la feligresía mundial está compuesta por mujeres, aunque las delegadas solo representan el diez por ciento de los asistentes. ¿Qué puede decir al respecto?

Históricamente este ha sido un 
proceso muy lento. Como en congresos anteriores se decidió no ordenar a las damas al ministerio, las mujeres no han tenido el mismo acceso a los puestos de liderazgo. Ha sido más difícil hallar damas con el trasfondo y la experiencia para que participen plenamente en el proceso del Concilio Anual. Pero no hay duda que se están haciendo esfuerzos deliberados para corregir esto. Tenemos que elegir más mujeres para formar parte de la Junta Directiva de la Asociación General. También tenemos que incluir más profesionales laicos menores de 35 años –no porque tengan que ocuparse del liderazgo de la iglesia– sino porque tienen habilidades y competencias que realmente son muy útiles para cumplir nuestra tarea. También necesitamos garantizar que puedan colaborar durante un período considerable de tiempo (quizá, inclusive, hasta por diez años) de manera que puedan ser productivos contribuyentes de la Junta Directiva.

Me parece que este modelo representa un enfoque mucho más responsable de la planificación, y se presta para que se reúna el mejor y más representativo equipo de hombres y mujeres para colaborar con los departamentos.
A partir de estas recomendaciones, ¿cuáles serán los próximos pasos?
Serán analizadas por los delegados 
al Congreso de Asociación General 2010 en Atlanta, donde estoy seguro que generarán más discusiones, tal como debe ser. A lo largo de todo 
este proceso, hemos querido expresar que no tenemos que aprisionar a la iglesia dentro de formas o estructuras rígidas que no pueden ser cambiadas y que se han vuelto “sagradas” solo porque “siempre se ha hecho así”. 
No olvidemos el cuadro completo. Pensemos en las necesidades y exigencias de una iglesia cada vez más grande y en nuestra obligación de buscar constantemente maneras de realizar la obra de manera más eficiente y que en todo lo que hagamos, sigamos concentrados en los valores supremos de la misión y la unidad, para entonces avanzar con confianza donde el Señor nos guíe.

Fuente: Adventist World

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